lunes, 4 de abril de 2011

DE LA TONTERÍA AL VICIO

Mi madre fumaba. Un día empecé a contar las colillas en el cenicero. En esas estaba cuando me percaté de que cada mañana había un pequeño vaso de licor en el fregadero de la cocina. No había más que uno, así que la suma era simple. Olí el vaso e identifiqué el olor con una de las botellas del mueble bar que había en el aparador del salón. Conté las botellas. No había demasiadas, pero la de Marie Brizard estaba siempre en primera línea, etiqueta de azul brillante y vidrio de nuevo y transparente. De tarde en tarde (para ella de noche en noche, para mí de mañana en mañana) aparecía otra nueva aún más llena. Una noche en que el sueño se desveló de la noche me levanté siguiendo el rastro de la luz del salón. Allí estaba, con su pequeño dedal de anís y fumando mientras miraba al vacío, exhalando un aire blanco a un confidente invisible, respirando una respuesta sin rostro.


Hasta aquí, una digresión que alimenta ahora mis noches voluntariamente confusas. Hoy, mientras fumaba, veía una película con final feliz, una comedia romántica. Mi hija lloraba conmigo. Todo esto podía ser una tontería, como fumar, como beber. Pero sentir, lo que se dice sentir de verdad, eso…eso sí que es un vicio. Y me gusta.


Pdta.: Tengo que dejar el tabaco, el pacharán y la lectura de todo aquello que no me haga sentir algo mínimamente poético (sí, esto es un blog de algo que tiene que ver con la poesía, qué le vaís a hacer).