jueves, 30 de junio de 2011

EL SALTO

Resulta que nadie hasta ahora me había retratado el estómago. Resulta que padezco dolor crónico desde esa parte de la anatomía y, hasta la fecha, no había dado con el remedio. Lanzarse a la naturaleza muerta desde el revés de un “no” en un salto mortal es como encabalgar la belleza para ignorar el miedo. Ver el árbol donde se desata la tormenta y nadar dentro de la tierra donde habitan suicidas anónimos fecundándola de suspiros acuáticos. El vacío es el hijo de una nodriza con suerte. Ahí tenéis el trampolín. Soñad en azul y dejad que la gravedad haga su fortuna. La caída es en línea recta. Las salidas son rectas. El salto no tiene más dirección que la verticalidad, sea en el sentido que sea. Hagamos del impulso el núcleo hacia la luz. Buscar la tierra prometida y romper la leyenda del sueño sagrado. Si alguien alguna vez dudó del desgarro que produce la oscuridad en las luciérnagas, sólo tiene que imaginar que su estómago tiene hambre y lanzarse al vacío sujeto únicamente por los filamentos de un almendro. No penséis en las consecuencias. “¿Con qué te quedas?” , pregunta el tiempo. Los cobardes miran siempre detrás de los cristales. No os dejéis engañar por su transparencia. Aún no está claro que lo que vemos sea una salida de emergencia: sólo las nubes y el cemento saben de pactos inmortales.


(Palabras para una imagen de David García Torrado en su sección "Reflexiones" / "A solas con la obra")